¿Por qué es tan lento hablar en éntico?
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¿Eh? ¿Enti...qué? Sí; el éntico (entish en el original) es la lengua de los entes, esos árboles antropomorfos que se mueven y hablan en la segunda parte de El señor de los anillos. Barbol (Treebeard), el ente de mayor protagonismo decía que “Es una lengua deliciosa, pero se tarda mucho en decir algo en ella, por lo que no decimos nada en ella a menos que merezca la pena tomarse el tiempo de decirlo, y de escucharlo.” Sí, pero ¿por qué? Y, más importante aún, ¿qué importa? Es interesante porque la comparación entre lenguas es un método insustituible de ser conscientes de la estructura y funcionamiento de las lenguas en cuestión. De este modo, las dos frases de éntico son interesantes en cuanto a lo que nos pueden contar sobre nuestra propia lengua. Pero ¿cómo es la lengua éntica? Su mayor particularidad es que cada palabra tiene un significado unívoco que refiere, significa, una sola entidad; en el lenguaje natural humano una casa puede revestir tantas formas diferentes como haya visto o imaginado uno; en éntico, cada percepción de una casa tiene un nombre distinto.
Y ¿qué quiere decir significar? Podemos aventurar la naturaleza del significado como la relación inestable (variable) entre referente (realidad) y significante (palabra). El proceso mental de significar se basa en seleccionar de todas las realidades aludidas con el mismo término los elementos comunes. Estos rasgos comunes (semas) forman el conjunto funcional, pertinente, abstracto (semema), que, dicen algunos, nos imprime la imagen mental de un prototipo: la denotación. Igualmente, cada vez que utilizamos una palabra para referirnos a una realidad (o entidad), ésta adquiere las particularidades presentes en ese objeto y, en general, en todo el proceso cognoscitivo (medio físico, asociaciones mentales etc.), cargándose así de significados "menores", un conjunto infinito y variable de semas no funcionales (no semiológicos, es decir, no pertinentes o distintivos): la connotación.
Así, no sólo hay una palabra diferente para cada entidad, sino para cada percepción de una entidad. No es igual nuestra “imagen mental” (significado) de un lugar o una persona en nuestro primer contacto que tras frecuentarlo. En éntico, se designan con palabras diferentes el París del primer día, el de ayer, y el de hoy. La idea de una lengua así no es exclusivamente tolkiana; Locke la anunciaba ya cuando en el siglo XVII postula y reprueba un idioma en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tiene un nombre propio. Borges, en su relato Funes el memorioso nos habla de un individuo de percepción y memoria éntica, un tal Funes que proyecta un vocabulario infinito para la serie natural de los números. Para Funes cada percepción de una realidad era individual y disociada, y por lo tanto merecía una palabra diferente:
“No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente).”
Y esto preciosamente por esa incapacidad de abstracción propia de los entes: “era casi incapaz de ideas generales, platónicas”.
Cada vez que nos referimos a una entidad diferente con la misma palabra, actualizamos su significado; afianzamos nuestro conocimiento de su semema y lo enriquecemos con nueva información no funcional. En éntico no se pueden recoger diferentes significados connotativos en un solo lexema; ni se puede distinguir entre significados funcionales y no funcionales, es decir, no se puede abstraer. Ninguna realidad es categorizable. De este modo el significado de las palabras no puede cambiar si no lo hace el significante también; es decir, que la relación significado-significante es estable, característica que diferencia su lenguaje del lenguaje natural humano, que necesita actualizarla continuamente para mantener la abstracción que es el semema. Así, expresar cada nueva percepción de una realidad requiere un nuevo lexema.
Y ¿cómo lo hacen los entes? Si cada percepción se expresa mediante una palabra diferente su número es infinito, pero para comunicarse cada palabra ha de ser comprendida, es decir, ha de ser transparente para su interlocutor. Así, un cuchillo comenzará por llamarse cuchillo, y los objetos con los que se relacione irán alargando su nombre cada vez: cuchillo que corta carne... por la mañana... y por la tarde... y también corta pescado... e hiere al jefe... en defensa propia... que quería matarme... porque me acosté con su mujer... De este modo los entes recogen cada nueva información dada por un nuevo conocimiento y la añaden a la palabra. Por esto evitan por ejemplo hablar de los orcos, para evitar referir el necesario catálogo de sufrimientos inflingidos por ellos. Así, los entes, como indica su lengua, son seres de extraordinaria memoria, pero sin capacidad de abstracción. Algo así como árboles.
En éntico cada nueva actualización provoca una adición léxica, de modo que cada connotación (limitada sólo a la propia capacidad perceptiva) produce un nuevo lexema paulatinamente creciente y potencialmente infinito. El método utilizado para esta ampliación léxica es la composición, tan frecuente en las lenguas germánicas, pero de una complejidad que se acerca más a las lenguas criollas, como el Bislama, de Vanuatu (Océano Pacífico).
En esta lengua, el piano se designa como “wan bigfala bokis we i gat black tut mo waet tut team yu frappé kihim hem i crae” (una-cosa-caja-que-tiene-partes-negras-partes-blancas-la-golpeas-y-grita). La composición en éntico se da igualmente en los niveles de sintagma y oración. De este modo la lengua da sensación de ser aglutinante o incorporativa.
La lengua de estos árboles es tan diferente que es la única de las lenguas de Tierra Media que nadie más podía aprender. Afortunadamente Tolkien nos dejó su traducción de las dos únicas frases de éntico que existen:
“laurelindórenan lindelorendor malinornélion ornemalin” (Valle- donde- árboles- cantan- musicalmente- bajo- luz- dorada musical- tierra-ensoñada de- dorados- árboles dorada- arboleda).
“Taurelilómëa- tumbalemorna Tumbaletaurëa Lómeanor” (Muy- sombrío-bosque-- de- profundo- valle- negro profundo- valle- boscoso tierra- oscura). Esta frase es traducida por Barbol como “hay una sombra negra en los profundos valles del bosque”
Una dificultad añadida al proceso de composición es la dificultad de actualizar las referencias deícticas: el antecedente de cada adjetivo ha de ser reiterado cada vez. Como en cada percepción el antecedente es diferente es preciso repetirlo para actualizarlo. Y para rizar más el rizo, Tolkien nos dice que el éntico distingue tonos de manera funcional (¡e incluso más de cuatro!), junto a otros elementos suprasegmentales afuncionales en cualquier otra lengua de Tierra Media, lo que hace la lengua impracticable incluso para oídos élficos.
Visto esto puede parecer largo y tedioso comunicarse en éntico, pero no tanto si comprendemos los recursos pragmáticos; no sólo no hay turno de palabra en éntico, sino que varios entes pueden hablar a la vez, en diferentes frecuencias. En un “diálogo” éntico comienza a murmurar un ente, al que se le une otro y así sucesivamente, manteniendo una gran diferencia entre tonos y ritmos. Precisamente como suenan las copas de los árboles golpeadas por el viento.
He aquí pues un ejemplo extremo de lengua artificial (lengua modelo, diríamos mejor) donde la motivación (no arbitrariedad en la relación significante-significado) es máxima: árboles cuya lengua imita el ruido de sus ramas.
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